Ampliación del Museo Nacional Reina Sofía [MNCARS]



            El Centro de Arte Reina Sofía fue inaugurado en 1986 tras la rehabilitación y acondicionamiento del antiguo Hospital General de Madrid. El resultado fue un completo éxito que lo llevó a crecer de manera continua tanto en popularidad, número de visitantes, como relevancia internacional de tal forma que a finales de los años 90 se empezó a pensar en una ampliación que cobijase nuevas adquisiciones y funciones.
            En su concepción el Centro de Arte Reina Sofía venía a complementar al más importante museo de España y uno de los más relevantes del mundo: el Museo del Prado. Mientras que la colección del Museo del Prado está centrada en el arte anterior al siglo XX, incluyendo la mejor selección de pintura europea clásica, el Centro de Arte Reina Sofía se diseñó para tomar su relevo y centrarse en el arte del siglo XX así como las últimas tendencias. Los fondos combinados de ambas pinacotecas permiten una visión completa del arte desde la escultura greco-romana hasta los movimientos artísticos más innovadores. Junto con el museo Thyssen-Bornemisza conforman el denominado Triángulo del Arte de Madrid.
            El edificio del Centro de Arte Reina Sofía original había funcionado como hospital hasta el año 1965, uso para el que había sido concebido. Sin embargo, a los pocos años de su cierre, en 1976, fue adquirido por el Ministerio de Educación y un año después fue declarado Monumento Histórico Artístico. Ese fue el paso previo para su rehabilitación y adecuación para el nuevo uso de manos del arquitecto salmantino Antonio Fernández Alba.
            Su historia, no obstante, comienza en la segunda mitad del siglo XVIII. El antiguo Hospital General de Madrid vio poner su primera piedra en marzo de 1758 según planos del arquitecto José de Hermosilla. Sin embargo, el arquitecto falleció diez años después sin verlo terminado. Sólo se habían ejecutado las tres crujías que daban a la Plaza de Atocha y la Ronda de Embajadores. El arquitecto italiano Francesco Sabatini, al servicio de la Corte Real, fue el encargado de continuar los trabajos hasta el año 1788, año en el que murió el rey Carlos III y las obras se paralizaron. En esa fecha apenas se había construido una tercera parte de lo que en un principio se había planeado, pero se abandonó la idea original y el edificio se puso en funcionamiento.
            El edificio de estilo neoclásico apenas presenta ornamentación, precisamente por su ajetreada historia. Como en un principio se tenía intención de que llegara hasta la calle Atocha, su repentina paralización hizo que la fachada del patio interior se convirtiera en la fachada principal del edificio. Además, no se ejecutaron las obras de ornato, confiriéndole su aspecto actual, sobrio y desnudo.
Tras la conversión a su nueva función de museo su imagen sufrió una nueva transformación. La más apreciable a simple vista fue la incorporación de sendas torres de cristal para los ascensores en su fachada principal, lo que representaba una declaración de intenciones de cara a su nueva vocación de edificio ligado a las tendencias contemporáneas.


Fachada principal del edificio del antiguo hospital, llamado "edificio Sabatini", una vez
realizada la rehabilitación que lo convirtió en el Museo Reina Sofía.

El incremento incesante de las necesidades asociadas a los grandes museos de arte pronto dejó pequeño al viejo edificio del Hospital General de Madrid. Tras haberse inaugurado en 1992 la Colección Permanente del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) y haber vivido un fulgurante crecimiento en los años posteriores se decidió convocar un concurso internacional de arquitectura con objeto de construir una ampliación para la materialización de los nuevos espacios que se requerían.

El concurso internacional:
Convocado por el museo como organismo autónomo dependiente del Ministerio de Educación y Cultura en el año 1999, el concurso internacional de ideas para la ampliación fue fallado el 23 de noviembre del mismo año resultando ganador el proyecto del arquitecto francés Jean Nouvel.


Infografía de concurso del proyecto ganador.
La cubierta, idealizada, se reduce casi a una lámina de metal.

En la primera fase del concurso se seleccionaron 12 finalistas, de entre los cuales se eligió un ganador, se otorgaron un segundo y tercer premio y, finalmente, tres menciones especiales. El segundo premio recayó en el también francés Dominique Perrault y el tercero en el español Juan Navarro Baldeweg. 


Imagen de concurso del segundo premio.
Proyecto del arquitecto francés Dominique Perrault.

Las menciones especiales fueron todas destinadas a arquitectos españoles: Luis Moreno Mansilla y Emilio Tuñón, Antonio Cruz y Antonio Ortiz, y por último Guillermo Vázquez Consuegra. Los finalistas descartados fueron: David Chipperfield, Tadao Ando Architect & Associates, Manuel de las Casas, Santiago Calatrava, Enric Miralles y Zaha M. Hadid.

Imagen de concurso del proyecto del equipo Tuñón y Mansilla

El proyecto ganador:
            El equipo AJN-Architectures Jean Nouvel ganó el primer premio del concurso de ampliación del MNCARS con una propuesta que segregaba los espacios según su función y que utilizaba una gran cubierta sobre ellos como elemento integrador. La cubierta, plana y de aspecto muy liviano, se colocaba a la altura de la cornisa del edificio antiguo para propiciar una sensación de continuidad.


Imagen del proyecto construido, fachada a la Ronda de Atocha.
La cubierta toma todo el protagonismo.

            El proyecto construido consta de tres edificios cuyos usos principales son: exposiciones temporales, auditorio y biblioteca, cada uno de ellos con sus estancias complementarias destinadas a oficinas, almacén, tienda, etc, dependiendo del caso. Están dispuestos en la parcela de tal modo que construyen una plaza o gran patio abierto por los laterales pero cubierto en la zona superior, lo que genera un espacio de transición intermedio entre exterior e interior. En términos de superficie la ampliación supuso la incorporación de 28.892 m2 al museo, aproximadamente un incremento del 55% con respecto al edificio antiguo que disponía de 49.167 m2.




            El edificio de exposiciones temporales es un paralelepípedo de 56 metros de largo, 24 de ancho y otros 24 de alto sobre rasante. Consta de dos plantas destinadas a grandes salas expositivas diáfanas de 8 metros de altura y otras dos plantas, situadas sobre las anteriores, para oficinas y administración. La estructura es de pilares metálicos y vigas mixtas de acero y hormigón con forjados de chapa colaborante para cubrir luces de 24 metros.


Acceso lateral entre los edificios del auditorio (izq.)
y la biblioteca (dcha.). Al fondo exposiciones temporales.

            El auditorio tiene capacidad para 450 personas y es la base para las actividades del Centro para la Difusión de la Música Contemporánea, una institución dependiente del INAEM pero instalada dentro del MNCARS. Además consta de otras dos salas menores con capacidad para 100 personas cada una destinadas a conferencias, foros, y toda clase de actos relacionados. Estas salas pueden unificarse para conformar un auditorio de 200 plazas. La estructura de este edificio es la más compleja de toda la ampliación. Su geometría orgánica es resultado de combinar un cubo y una esfera, y se sostiene sobre dos grandes muros-pantalla laterales de hormigón, parcialmente pretensado, que se clavan en el terreno como dos cuchillas. La cimentación se ejecuta mediante dos gigantescas zapatas de 16 metros de largo por 8 de ancho con un canto de 3,20 metros. Apoyándose en estos dos muros-pantalla laterales surgen dos grandes costillas perimetrales y una serie de vigas pretensadas de planta curva sobre las que se ejecutan las losas escalonadas del graderío con hormigón in situ. El volumen resultante potencia su singularidad al revestir sus formas curvas con paneles de P.R.F.V. (poliéster reforzado con fibra de vidrio) de color rojo intenso, convirtiéndole en el elemento más llamativo de todo el conjunto junto con la cubierta.


Interior de la cafetería bajo la sala del auditorio cubierto con
paneles rojos de poliéster. A cada lado, las pantallas de sustentación.


Gráficos de las pantallas laterales de sustentación del auditorio:
esquema de pretensados (izq.), cálculo de deformaciones (dcha.).


Sección del edificio del auditorio.

            La biblioteca, situada en la zona más cercana a la plaza de Atocha, discurre paralela a la Ronda de Atocha y su fachada junto con el auditorio y la cubierta constituyen la parte visible del edificio al exterior. Con una capacidad de hasta 250.000 volúmenes y fondos de diversa índole, tanto informáticos como de audio, vídeo, etc, se ha convertido en punto de referencia para los estudiosos e investigadores del arte contemporáneo. La estructura de la biblioteca se ejecutó con pórticos de pilares y vigas metálicas de 17 metros de luz y 12 metros de altura y forjados mixtos. Consta de dos plantas, estando la inferior semienterrada en el terreno. La sala de lectura de la planta superior está perforada por un gran hueco central, en torno al cual se disponen puestos de estudio, que permite la iluminación cenital de toda la biblioteca. Para ejecutar dicho hueco se realizaron voladizos de canto decreciente de hasta 5 metros de longitud empotrados en cajones armados dispuestos perimetralmente en la fachada. Además de la biblioteca en sí, el edificio acoge una pequeña sala de exposiciones, una tienda y tres plantas adicionales, retranqueadas respecto a la calle, destinadas a oficinas. La biblioteca y el edificio de exposiciones temporales se conectan entre sí en los pisos superiores a través de dos pasarelas metálicas atirantadas de la cubierta.


Interior de la biblioteca.

            El último elemento relevante de la ampliación y quizás el más característico y personal de toda ella es la cubierta. Su posición alineada con la cornisa del edificio antiguo determina la continuidad entre lo viejo y lo nuevo y bajo ella se unifican los tres edificios de usos tan diferentes como la biblioteca, el auditorio y las salas de exposiciones. Su altura y tamaño resultan intimidantes, vuela 6 metros por encima de los edificios de la ampliación y tiene una superficie de casi 8.000 metros cuadrados, cubriendo prácticamente la totalidad de la parcela. Los inmensos voladizos de hasta 36 metros también apabullan, flotando sobre el edificio y más allá, hasta cubrir buena parte de la acera que discurre bajo ella. Su color rojo brillante refleja las luces de la ciudad, las figuras y las sombras de la calle alrededor, convirtiéndose en un gigantesco espejo cambiante que multiplica su atractivo. La estructura se diseñó originalmente con perfiles tubulares soldados, pero finalmente se ejecutó con vigas de alma llena y uniones atornilladas. El cambio supuso un incremento del peso total, pero permitió reducir el plazo de ejecución. El canto de la cubierta en su parte central es de 3,40 metros y en las zonas de voladizo se reduce progresivamente hasta convertirse en un filo. Además, la cubierta consta de una serie de huecos para iluminación y ventilación de geometrías variables. Para evaluar las cargas y los efectos de la presión y succión se probó un modelo a escala 1:200 en el túnel de viento del laboratorio de aerodinámica de la de la Escuela de Aeronáuticos de la Universidad Politécnica de Madrid.



            Todo el edificio se diseña bajo los principios de esbeltez y ligereza, siendo la cubierta su máximo exponente pero apreciándose en todos los detalles constructivos que tienden a ocultar la estructura, supeditada siempre a la arquitectura, o mostrarla con la máxima liviandad. Incluso en zonas privadas, inaccesibles al público como los sótanos de almacenaje, se recurre a pilares de hormigón armado con aditivos especiales para disminuir al máximo la sección. El reto estético planteado por el arquitecto se convierte así también en un reto constructivo y estructural de primer nivel que afecta a todos los elementos del proyecto.
            La ampliación de Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía es un edificio extraordinariamente complejo e innovador, que importa soluciones propias de la industria aeronáutica o automovilística y que lleva hasta el límite las posibilidades de la ingeniería con su estructura reducida al mínimo.

Lograr tal reto supone sin duda un valor añadido para la ciudad de Madrid en su decidido compromiso con el arte contemporáneo.


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