Una máscara de luz, dinámica, multiforme, cambiante, que es capaz de transformar la apariencia de un edificio, alterando su textura, su color, incluso el aspecto de su propia geometría y volumen, eso es lo que se consigue a través de la videoproyección 3D.
El origen de la actual técnica de videoproyección
3D en edificios que se ha popularizado a lo largo de los últimos años tiene su germen
en el vídeo arte surgido en los años sesenta y setenta en Europa y Estados
Unidos. La experimentación con material audiovisual y su proyección en toda
clase de superficies, pronto dio lugar a una amplia diversificación de
tendencias que multiplicaron sus recursos con el surgimiento del tratamiento
digital de imágenes y la generación de modelos virtuales a través de la
infografía.
La videoproyección 3D, también
conocida como video mapping, projection
mapping o mapeo 3D, es el
resultado de la evolución de una de esas múltiples tendencias, orientado a la
proyección de imágenes dinámicas sobre objetos, edificios o elementos urbanos.
Aunque a menudo las imágenes proyectadas están generadas artificialmente
mediante programas de tratamiento digital y crean espacios ficticios
alternativos, el resultado no debe confundirse con la realidad virtual. La
realidad virtual pretende una sustitución completa de la realidad del
observador, que se introduce en un mundo alternativo, mientras que la
videoproyección 3D sólo interactúa sobre un fragmento de la realidad existente.
Tampoco debe confundirse con la
realidad aumentada, que si bien combina elementos virtuales con la realidad, lo
hace leyendo dinámicamente datos del entorno y cambiando sus atributos en
función de lo que ocurre en la realidad. La videoproyección 3D no intercambia
información con el entorno, sólo proyecta imágenes sobre él.
La técnica de videoproyección 3D
utiliza uno o varios proyectores de imágenes coordinados a través de programas informáticos
para generar las ilusiones visuales sobre objetos planos o tridimensionales.
Estas ilusiones pueden ser tanto estáticas como dinámicas, produciendo
movimiento aparente en los objetos inanimados sobre los que se proyecta, o
generando objetos móviles inexistentes. La simulación puede evocar
tridimensionalidad en objetos planos, cambios de perspectiva, de material,
color, dimensión y un variado espectro de engaños visuales. Generalmente la
proyección se suele acompañar de efectos de sonido o música sincronizada para
potenciar el impacto en el observador.
Dado que las imágenes que se van a
proyectar suelen depender del objeto elegido como destino cada una de las
proyecciones debe ser diseñada de manera individual. A menos que se trate de
superficies sencillas como medianeras, tapias o paredes lisas la geometría
existente condicionará todo el proceso de elaboración. Una vez elegido el
objeto (o creado exprofeso para la ocasión) se genera una réplica virtual en el
ordenador. Luego se seleccionan las imágenes, texturas, efectos y vídeos que se
desean proyectar sobre el objeto y se esboza el discurso narrativo que
permitirá las transiciones de unos a otros. Utilizando el modelo informático se
ejecuta una representación simulada del conjunto, definiendo las posiciones,
enfoques y lentes que tendrán los proyectores reales. Posteriormente, se
ensayan los valores obtenidos sobre el objeto físico y se hacen los últimos
ajustes. En función de la superficie de proyección se utilizan proyectores más
o menos potentes, pudiendo llegar o incluso superar los 20.000 lúmenes en el
caso de grandes edificios.
Aunque la técnica de la
videoproyección 3D nació en un entorno artístico puramente experimental su
versatilidad no tardó en propiciar el salto al terreno publicitario y al
espectáculo de masas. Quizás los primeros en apreciar su enorme potencial de
atracción fueron los video-jockeys, o Vjing, que combinaban la música
electrónica con proyecciones visuales manipuladas en tiempo real. Sin embargo,
el paso de las pequeñas salas nocturnas y festivales musicales a la publicidad
fue inevitable. Compañías como Nokia, Samsumg y BMW fueron algunas de las
primeras marcas en empezar a utilizar la técnica a gran escala para sus
campañas de promoción, invadiendo con sus imágenes amplios espacios urbanos y
edificios, multiplicando la potencia de los equipos de proyección empleados y
llevando las dimensiones de la videoproyección 3D hasta cifras desconocidas
hasta el momento.
El camino hacia el espectáculo de
masas ya estaba abierto, un terreno tan fértil o incluso más que el
publicitario. El Festival de las Luces de Lyon en Francia, una celebración
popular dedicada a la Virgen María que se inició en el año 1852 incluyó ya en
la primera década del año 2000 sus primeros espectáculos de videoproyección 3D.
La tradición que empezó con los ciudadanos colocando velas en las ventanas de
sus casas, que más tarde incorporó las bengalas y las decoraciones multicolores
con luz eléctrica, había sucumbido a la atracción de esta nueva y pujante forma
de expresión.
Iluminación de la Catedral de St. Jean (Lyon) en el Festival de las Luces (año 2008) |
En España los mejores
espectáculos de videoproyección 3D han acompañado también a grandes eventos
culturales y sociales. El aniversario del 800 aniversario de la consagración de
la Catedral de Santiago de Compostela se celebró con una composición ejecutada
con 16 proyectores que incluía música, efectos de sonido y pirotecnia, en los
que se recreaba la historia del edificio y se jugaba con la fantasía y los
mitos.
Asimismo, la catedral de Toledo
vistió de luces con motivo del IV
centenario del fallecimiento del pintor más emblemático de la ciudad, El Greco.
El espectáculo de videoproyección 3D se sumó a los muchos actos culturales y
artísticos que conmemoraron la efeméride del pintor cretense afincado en España.
No obstante, el éxito creciente
de la videoproyección 3D en el campo de la publicidad y el espectáculo de masas
no ha supuesto el olvido de sus orígenes como terreno de experimentación
artística y transgresión de lo establecido. El activismo político, la
reivindicación callejera y el arte urbano han visto también en esta técnica una
vía de expresión poderosa para sus ideas. La posibilidad de transportar la obra
de arte, el mensaje, sin necesidad de un soporte físico como el lienzo, y
además la capacidad de proyectarlo sobre elementos existentes de forma sencilla
sin dañarlos multiplica exponencialmente
su versatilidad y ámbito de acción. En las protestas surgidas a raíz de
la crisis económica en Estados Unidos en la ciudad de Nueva York los activistas
de Ocupa Wall Street (Occupy Wall Street) realizaron una videoproyección 3D
sobre el edificio de la compañía Verizon Wireless a modo de protesta y como
forma de propagar su mensaje.
Esta vertiente que vuelve a sus
raíces artísticas y de exploración de otros caminos es de la que nuevamente
emergen las innovaciones. En este territorio poco explorado se experimenta con
la videoproyección 3D interactiva, donde los movimientos del artista en tiempo
real, o en un futuro se pretende que incluso del público, modifican la imagen
que se proyecta. Siguiendo esta idea el dúo artístico estadounidense Sweatshoppe
crea la ilusión de pintar imágenes sobre las paredes, como si se tratara de
grafitis propios del arte urbano, usando una tecnología que permite sincronizar
una brocha virtual con el proyector.
Sin embargo, más allá de la
seducción de la videoproyección 3D y su capacidad para transformarse y
evolucionar está el hecho de que se ha convertido en un gran instrumento de
comunicación y de comunión social. Así en Madrid se celebra el 25 aniversario
de la caída del muro de Berlín con una videoproyección 3D en la Puerta de
Alcalá. Un recorrido visual que cuenta la historia de Alemania en torno al muro
y que por un instante trae un pedazo de Berlín a Madrid, usando su mágica
máscara de luz, construyendo como por embrujo, columna por columna, la Puerta
de Brandeburgo sobre la venerable osamenta de piedra de la antigua y hermosa puerta
real madrileña. Una declaración de
puertas abiertas entre culturas y una ilusión para hacerla real.
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