La experimentación en suelo estadounidense en torno a la
idea de la Ciudad Lineal, concebida por Arturo Soria en 1882, tuvo un primer
impulso con Edgar Chambless en 1910 con su Roadtown y fue retomado
posteriormente por Peter Eisenmann y Michael Graves en 1965 con el Corredor de
Jersey.
A
diferencia de Chambless, que era un empresario arruinado con ideas entre lo extravagante
y lo utópico, Eisenmann y Graves tenían una sólida formación académica y eran
profesores en Princeton. Aún no eran conocidos, pero Peter Eisenmann más tarde
sería mundialmente famoso como arquitecto asociado al movimiento
deconstructivista y Michael Graves con el posmodernismo. Juntos formaron parte
del grupo Five Architects (o New York Five) al que también pertenecieron Charles
Gwathmey, John Hejduk y Richard Meier.
En
su primera etapa, a la que pertenece el proyecto del Corredor de Jersey, su
visión de la arquitectura era neorracionalista y su influencia principal Le
Corbusier. No es de extrañar que siguiendo la estela del arquitecto suizo, que
tan firmemente creyó en el concepto innovador de la Ciudad Lineal de Arturo
Soria tanto a nivel teórico como de proyectos (por ejemplo en Zlin o Argel),
acabaran desarrollando su propia versión.
El
Corredor de Jersey fue presentado ante el gran público en diciembre de 1965 en
un artículo de la revista Life. El número estaba especialmente dedicado a las
ciudades en Estados Unidos y en él se alertaba sobre el rumbo peligroso que
estaban tomando con su crecimiento desmesurado, el caos y la pérdida de calidad
de vida. Les auguraban un dramático final y como solución ofrecían una serie de
proyectos urbanísticos para revitalizar, reorganizar y dar nuevas pautas de
crecimiento para las viejas ciudades norteamericanas. El proyecto de ciudad
lineal del Corredor de Jersey fue uno de ellos.
Peter
Eisenmann y Michael Graves proponían dos bandas paralelas completamente edificadas
de manera parecida a la propuesta de Chambless. Se trataba de mega-edificios en
vez de una organización lineal del territorio urbano para viviendas exentas
como planificó y construyó Arturo Soria en Madrid, lo que de entrada suponía
una mayor complejidad y elevadísimos costes. Eisenmann y Graves ubicaban los
usos industriales en una de las bandas y las viviendas, tiendas y resto de
servicios en la otra. Para el transporte y comunicaciones disponían carreteras
y autopistas en el basamento del edificio, lo que de nuevo recordaba a la
Roadtown de Chambless. Se pretendía que una organización lineal supusiera el
fin de los atascos y una racionalización del tráfico, problemas que, desde su misma
concepción, sirvieron de motivación para dar forma al proyecto. Las dimensiones
que manejaron fueron un ancho de aproximadamente 1,6 kilómetros (una milla) y
una longitud de unos 32 kilómetros.
Aunque
el Corredor de Jersey finalmente no se construyó la publicación del proyecto
logró impulsar las carreras de los por aquel entonces jóvenes arquitectos
Eisenmann y Graves. El trabajo que de forma continuada realizaron en torno a la
búsqueda de nuevas soluciones urbanísticas y del desarrollo de las ciudades
contemporáneas les abrió las puertas del MoMA, que en 1967 les brindó un lugar
destacado en su exposición “La nueva ciudad: Arquitectura y renovación urbana”.
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